lunes, 4 de diciembre de 2006

PILOTO AUTOMÁTICO


Escuché de repente la llamada del Taita a sus ayudantes:

-Vengan y agarren al paisanito.

Me sujetaron de pies y manos contra el piso mientras él, cantando y bailando, hacía círculos en el aire con su sahumerio sobre mi cuerpo. Reaccioné sin temor, pero no comprendía bien por qué lo hacían. Solo recordaba que un minuto antes, estaba yo ahí, fundido, pleno, completo.

Por la mañana, cuando el yagé me había abandonado, me desperté acurrucado por el frío en el suelo de una maloka Kofán construida por blancos en un páramo cerca a Bogotá. Un par de amigos que me acompañaban insistían en convencerme de que, literalmente, me había elevado durante la pinta. El Taita los interrumpió y me dijo:

-Estabas bien chumado ¿no?, a lo mejor a vos la serpiente quería mostrarte algo, pero verás…

solamente debe ir tu cabeza… tus pies deben quedarse en el suelo.

Entonces, ¿era cierto lo que me decían? Inmediatamente recordé las historias de la Chilita, una longa vieja y curtida que vivía en la casona de mis abuelos en Gualmatán cuando yo era un niño. Muy seria y misteriosa me contó que un día, comenzando el siglo pasado, ella vio a Nectario, mi tío abuelo, flotar en el aire por varios minutos, elevarse “despacitico” hasta el techo y luego descender, mientras rezaba en la habitación de Josefina, mi bisabuela muerta unos días antes. Nadie le creyó, ni siquiera él, hasta que años después sucedió nuevamente, pero esta vez en presencia de la familia, en medio de un sopor durante su agonía.

Me sorprendí con la posibilidad de levitar sin darme cuenta. De pronto dormido, en el chill out de algún rave o durante un buen polvo…quién sabe. Parecía obedecer entonces a un estado particular de la conciencia.

Pero, ¿fue realmente cierto lo que le sucedió a mi tío abuelo? ¿Tenía esto alguna relación con mi experiencia? Y,si era así,¿existía algo en nuestra naturaleza que nos hacía volar? En ese momento no lo entendía pero ahora creo saberlo.

Lo único que con certeza me relacionaba con Nectario era el parentesco, pero, ¿podía este hecho explicar lo que pasó? ¿Obedecía el fenómeno solamente a los genes o a la influencia de fuerzas olvidadas o desconocidas? No conocía las repuestas. Decidí viajar a Gualmatán y hacer algunas preguntas. Hablé con algunos miembros de mi familia, especialmente con los más viejos y, sin comentarles lo sucedido, les pedí información. Algunos creían en esas historias, pero no me dijeron nada nuevo. Sin embargo, mencionaron un detalle importante sobre el origen de la familia que yo había pasado por alto. Ésta es mi única pista: Mi familia desciende de un bastardo, el hijo natural de un español enfermizo y descentrado que llegó a estas montañas del sur a mediados del siglo dieciseis y cuyo nombre era Pedro de Ahumada, hermano menor de Teresa de Ahumada, más conocida como Santa Teresa de Jesús, de la que muchos aseguran que también volaba.

4 comentarios:

Lanark dijo...

Ah, qué cuento tan bueno. Me sorprendió, a pesar de que ya lo había leido. Alguna vez ya Kyboy me lo había dejado leer, cuando se iba a un concurso donde fue vencido por unos manojos de clichés que sonaban desagradablemente a ejercicio de texto.
Espero que esta historia tan sugestiva y bien contada tenga un destino mucho mejor en este blog, que llegue a mucha más gente que la aprecie. Por lo pronto, ya he leido comentarios muy favorables, aunque no fuera en un blog u otro medio más permanente que el messenger.

Kyboy dijo...

Gracias. A los malpensantes no les gustó. Seguramente les pareció puro cuento.

Anónimo dijo...

Pues sí, qué gran cuento. A los malpensantes déjalos haciéndose mala sangre, kyboy. Aquí en Madrid solemos decir que "la miel no está hecha pal asno".

Un saludo,
Stavrogin

Kyboy dijo...

Un saludo también para el paisano de la monja voladora(...o volada?).